viernes, 24 de junio de 2016



Sobre Elegía al Infortunio.

Elegía al Infortunio de Matteoda, es un libro en el que se puede encontrar una voz clara y consciente, una voz que da cuenta que detrás de cada verso, existe un conocimiento de la época por parte del autor a la hora de escribir. En estos poemas existe una percepción crítica del paso del tiempo, del amor y el infortunio. Las elegías se transforman en cantos que construyen melodías tonales que se diluyen por los acantilados del desapego y la nostalgia. Los lamentos son ecos que repercuten en la memoria del lector, mostrando que la vida transcurre en un tablero de ajedrez, en la dificultad, en la conciencia virtual de un dios tirano. La poesía de Matteoda apuesta por un hablante lirico pendiente de su diario vivir, por lo mismo, de la estancia del hombre en la vida mientras el tiempo envejece la juventud sin vuelta atrás.

En otro sentido, Elegía al Infortunio es un libro testimonial pero a la vez político, porque cuestiona a la sociedad moderna por haber perdido y olvidado lo primordial: el sentido común. ¿Pero qué es el sentido común? ¿De dónde nace? ¿Qué se pretende con tal codiciada cualidad?

Hay que tener presente que en esta expresión, hay dos palabras relacionadas: sentido y común. Por sentido, entiendo (dejando de lado la definición fisiológica) la razón de ser, o sea, cualquier tipo de finalidad básica o significación elemental. El sentido tiene que ver con la esencia, el propósito último de las cosas. Por otra parte, común, tiene relación con lo habitual, con lo que es compartido por un grupo de personas, con lo general, lo universal. Teniendo en cuenta esto, lo que nos quiere decir Matteoda (que en el fondo no es otra cosa que el discurso comúnmente aceptado por la crítica política y filosófica en torno a la sociedad de masas y consumo) es que, lo que se ha perdido por la ilusión de la modernidad, de la comodidad material y la velocidad de las nuevas tecnologías, es la razón de ser de la comunidad en su conjunto. La vida ya no es más una constante lucha por la supervivencia, sino que, una batalla diaria por el acomodo a una sistema de mercado, en donde el bienestar material, que en muchos casos, proviene exclusivamente de la capacidad de crédito, es el fin de nuestra estancia en el mundo. Todo puede ser reducido a una cuenta corriente, a la solidaridad social expresada en la publicidad de los bancos y las ventajas de aumentar la expectativa de vida, clara señal de que los beneficios de la acumulación de capital son evidentes y palpables, nunca tan dañinos, nunca tan catastróficos. Los versos de Matteoda están al tanto de aquello.

De este modo, es evidente la nostalgia que poseen algunos pasajes de este libro. Nostalgia por la reivindicación de una estancia en el mundo más humana, más fraterna, más hermana. Pareciera ser que la nostalgia es el premio de consuelo ante una batalla perdida al momento de nacer. El único respiro puede ser la venida de un hijo al mundo y la esperanza de que este nuevo ser asuma su responsabilidad humana de manera diferente, mejor. Puede que las ansias de la utopía puedan ser el mecanismo por el cual no nos volamos la cabeza con una bala. Pero es lo que nos mantiene vivos, tristes, pero atentos. Matteoda observa su entorno, su historia, su país y construye versos intensos, en donde la reflexión, por las cuestiones ya mencionadas, se proyecta como un misil, una granada o una bomba. Aunque también hay algo de quietud y constantes cavilaciones en los versos de este poeta que, con su trabajo, nos recuerda el mundo (acaso sin sentido) en el que vivimos. 

Por Dimmu Borgir.

viernes, 10 de junio de 2016



Sobre En Picada, Leo Marcazzolo y Pamela Palma (editoras).

En Picada, libro que reúne diez cuentos de algunos participantes del taller de escritura de Leo Marcazzolo, es un libro compacto, que circula por los límites del realismo y cierto tipo de escritura confesional. Los diez autores reunidos nos muestran un panorama literario que destaca por su coherencia temática y  eficacia a la hora de contar sus historias, historias que muestran a personajes límites, con experiencias anómalas, con tensiones existenciales que evidencian una lucha cotidiana contra sí mismos, o contra la estructura social. Los personajes de estos cuentos caminan entre la paranoia, el exceso y la muerte, el delito, la violencia y la tragedia. En este sentido, son personajes que muestran la compleja psiquis humana, carcomida por deseos impuestos, que nada importan para la vida contemplativa e interior. Estos hombres y mujeres, en muchos casos, con sus vidas diezmadas por la rutina, la cotidianeidad y el tedio, vienen a construir un bosquejo del hombre contemporáneo, hombre que se asume en medio de una tensión archiconocida: el individuo y el mundo.

Teniendo esto en cuenta, me pregunto cuál es el valor de este arquetipo de personaje que decae, cuál es el propósito de insistir en contar historias donde los hombres y mujeres circulan por abismos incandescentes. Yo no lo tengo muy claro. Sin embargo, me atrevo a pensar que el valor literario de estos personajes, más allá de tener un importe puramente estético, tiene que ver con la manifestación de la crisis como elemento esencial en la literatura, pues, donde no hay crisis, difícilmente puede haber historia. Y aquí, me refiero no sólo a una historia literaria, más ligada a la ficción, sino que, a la historia como estrategia para perpetuar la memoria humana. La crisis, en este sentido, es el elemento constitutivo del hombre, que entre otras cosas, invita a este a una constante reestructuración política de su existencia. De modo que, sino hay crisis, si no hay personajes que viven bajo dificultades constantes, no hay historia.
Y esto me lleva a pensar en otro asunto no menor: los finales felices. A mi modo de ver, un final feliz, es la cúspide de cierto tipo de relatos (más relacionados a la literatura infantil) que en tanto fin de una narrativa, constituye el término del relato, por lo tanto, el final de la historia. No hay nada que contar después de un final feliz. Y esto no lo digo yo, sino que lo leí años atrás en una entrevista a un escritor que ahora no recuerdo. Sin embargo, me parece fundamental. Porque, por una parte, el mismo final feliz se compone de tensiones y conflictos que ponen en duda esta felicidad, y por otra, porque este final feliz en el diario vivir no existe. Porque al momento de su aparición, presenciamos su disolución en un entramado de dificultades que en su interior más profundo están condicionadas por la actividad política inherente en el hombre.

En este sentido, creo que, para leer este libro, sería un buen ejercicio escuchar Crisis de Jaco Pastorius, un tema vertiginoso, denso, oscuro, donde las tensiones armónicas no resuelven y la energía desplegada en todos los instrumentos, no se detiene. Hay tensión constante, una atmósfera que no libera ninguna energía resolutiva. En este sentido, Crisis de Pastorius es una obra wagneriana, sin resoluciones, apuntando a sostener la dureza a lo largo de toda la obra. ¿Y qué hay del libro en cuestión? ¿Podemos decir que es una apología a la no resolución de las tensiones existenciales de los personajes? Yo me aventuro a decir que sí. Y no por simple comodidad o condescendencia para con los escritores de estos cuentos, sino por una cuestión de persuasión. Puesto estoy convencido que por más que las narrativas de este libro (por más que por sus mismas estructuras) tengan un final, no hay tensión resuelta, sino que una manifestación de la incomodidad de la existencia, una expansión de anomalías psíquicas y conductuales que conforman a los personajes construidos en este libro, como hijos o herederos de su propio tiempo. Un tiempo en donde no puede haber resolución, política de la dominación a través de los acuerdos, sino, conflicto, lucha y guerra. Como lo vemos a diario, como ha sido a través de todos los tiempos.


Por Arch Enemy.