En
De Ambulante, Jano Opazo parece llevarnos por un viaje pedregoso, en donde resalta la reflexión y
el desencanto social. Es un camino plagado de imágenes y signos que nos conducen a pensar en nuestro espacio habitual, el lugar donde vivimos, el país del que
somos parte y el mundo en el que habitamos. Opazo efectivamente es un
caminante, que nos va indicando, con la mirada, o la punta de su dedo, donde
quiere que pongamos nuestra atención.
Construido
a partir de una estructura de 5 bloques, el autor nos presenta una obra
compacta, que puede resumirse en una caminata, o el andar, o como dice el
prólogo, en el nomadismo. En definitiva, en un viaje, en un viaje de 10 años o
más, en el viaje de una existencia.
Opazo
escribe: “me sujeto de lo vicioso de mi existencia buscando ideas que no dejen
de pensar en lo cotidiano”. En este sentido, el autor se transforma en una
cámara que nos muestra o nos invita a pensar en lo habitual, en todo
aquello que pasamos por alto durante el día, o quizá la noche. Y aquí nos
podemos preguntar ¿Por qué acostumbramos a no poner atención en
las cosas cotidianas, pese a que justamente, son cotidianas, lo que implica que
siempre están cerca de nosotros? Me aventuro a responder porque nuestra
mente está configurada para preocuparse de las necesidades más básicas y la
educación, cultura y medios de comunicación masiva nos tienen idiotizados.
Creo que un libro como De Ambulante, hay leerlo de manera
terapéutica, en cuanto a que el poeta nos presenta un camino para resistir esta
falta de interés en lo cotidiano y en lo que, según él, realmente importa: el caminar.
Esto me hace sentido, porque desde adolescente me ha gustado caminar, caminar solo o escuchando música. Un filósofo del que no recuerdo el
nombre, decía que caminar, caminar por caminar, ese acto inútil que su razón de
ser se proyecta en lo incensario, es un acto de resistencia, un acto de firmeza
contra un modelo que supone exclusivamente la
producción, entendida esta como el proceso de fabricación y elaboración de
bienes, productos, servicios con un valor transable en el mercado a gran
escala.
De
este modo, el poeta nos vuelve a indicar con su dedo o su mirada una manera de ver
el mundo y el entorno, donde la reflexión es fundamental. ¿Para qué necesitamos
reflexionar en las cosas cotidianas? Desde un punto de vista general, podemos
decir que reflexionar es una actividad propia del hombre, una actividad que es
ineludible para comportarnos como hombres. La reflexión, esa actividad de
pensamiento o consideración de algo con atención, fundamental para sacar
conclusiones, debería estar en medio de, justamente, las cosas cotidianas que
nos acompañan a diario. ¿Pero esto es así? ¿Reflexionamos cotidianamente,
pensando, analizando, evaluando? Parece que la respuesta es obvia.
Este libro, espacialmente por ser un libro de poemas, donde siempre
las palabras intentan ir más allá de su significado, es necesario entenderlo como
una estructura que nos muestra explícitamente el modo de ver y entender el
mundo de su autor, un autor que a través de un viaje que nunca termina, que es
infinito y muchas veces desalentador, nos indica, nos muestra y nos insta, como
ya lo he dicho, con su dedo o la mirada, a concentrarnos en la forma primigenia
de las cosas, de los ecos, de la nieve, del caos y del bosque.
Por Rubén Silva
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