Cancionero
Mariquita, de Enrique Galaz, es justamente lo que su título dice, un
cancionero. En estos poemas, escritos en una mezcla de verso libre y rimas,
Galaz inunda páginas de ritmo y música, en donde el poema se transforma en una
canción y la música toma protagonismo por sobre la palabra.
Pero
¿cuál es la diferencia entre un poema y una canción? A mi modo de ver, son más
las similitudes que las diferencias entre ambos formatos. Por un lado, si nos
enfocamos en una poesía más bien formal, donde la estructura y la métrica son
fundamentales, encontramos ciertas diferencias como que un poema no tiene
estribillo y una canción sí, o que las canciones no son rígidas en su
estructura silábica. Sin embargo, cuando hablamos de poesía en verso libre,
creo que no hay mucha diferencia. Ambos formatos tienen una función expresiva,
por lo general los versos se combinan en estrofas, ambos usan figuras retóricas
y en algunos casos presentan rimas. Por lo demás, la única distinción obvia es
que las canciones están hechas para ser cantadas y los poemas para ser leídos.
Y es
aquí donde aparece lo interesante en el texto de Galaz. Por una parte,
pareciera ser que estos poemas por el solo hecho de ser leídos ya tienen un
componente musical incorporado. Al avanzar por las páginas de este libro, nos
vamos dando cuenta de la musicalidad de los versos, del ritmo de determinadas
palabras, de las melodías que parecen flotar suspendidas en el aire. La música
emana de ellos en el sólo instante de leerlos. Pareciera ser que fueron
escritos mientras había música detrás, sonando, muy cerca o a la distancia. O
tal vez, simplemente son parte de una banda sonora, de un conjunto de bandas
pop o rock, que distribuyen melodías a través del aire, melodías etéreas,
contractuales.
Por
otra parte, parece que el poeta desde un comienzo canta sus poemas a una persona determinada. El yo
y el tu son parte fundamental y el
hilo conductor de estos versos, que dejan entrever los vestigios del amor, el
odio, la borrachera y el sexo. Más allá que el tu sea una mujer, ese tu,
ese auditor que recibe en sus oídos la melodía de Galaz directamente y sin altavoces,
no ha sido pasivo o pasiva en la vida de ese yo, que canta sus poemas a viva voz. El yo se ha conmovido, se ha dolido, pero también ha reído,
disfrutado, en sobriedad y fuera de ella, del amor exuberante que un tu ha sabido entregar en determinados
instantes, a pesar de que luego, haya invitado a la tragedia y la desgracia a
las puertas de yo. Para que quede
claro, para mi el yo es el propio
autor, esa voz cantante que se escucha todo el tiempo al leer estos poemas; el tu, es ese ente receptor, una mujer
principalmente, que escucha y activa los sentimientos más abismales del autor.
Cancionero
Mariquita es un libro ameno que entre versos que nos recuerdan a poetas
clásicos, nos invita a un viaje musical o tal vez al ejercicio de ponerle
música de fondo a estos poemas. ¿Qué música le pondría? Yo pondría música de
los 70 u 80tas, quizá hasta de los 90. No creo que haya que encasillar. Más
bien hay que darle libertad a estos poemas que se manifiestan más bien como
canciones, canciones que buscan ser cantadas, oídas, habladas. Este poemario,
quizá debe ser leído justo al instante en que es cantado.
Por Rubén Silva
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