Sobre
Nostalgias Carcelarias de Hernán Contreras
Nostalgias Carcelarias, de Hernán
Contreras, es un libro sencillo que al parecer, busca enfrentar al lector con
la pérdida de la felicidad, la nostalgia, el recuerdo y la imaginación. A
simple vista parece una tarea fácil, pero no lo es. Tiene sus complicaciones,
sus riesgos, puesto las elecciones estilísticas, en algunos casos, quedan de
lado cuando hablamos de un libro compilatorio de poemas escritos en diversos
periodos de la vida de un autor. En este sentido, Nostalgias Carcelarias, al
parecer, se enfrenta al dilema de la “poesía dada” versus la “poesía
construida”. La primera, propone la construcción del poema de forma mental,
dando especial importancia al sentimiento y a un cumulo de imágenes que son
puestas en el papel por lo general, libremente, sin mayores prejuicios en
cuanto a cómo escribir. La segunda, tiene más que ver con el trabajo pausado,
con el trabajo de cincel que puede llegar a requerir un verso. En otras
palabras, este tipo de poesía, que lejos de tener algo que ver con la academia,
está en directa relación con una arquitectura a priori del poema, en donde el poema final se concibe mediante un
acabado proceso de ajustes y reorganización de las palabras, cuestión que en la
mayoría de los casos, tiene un efecto visual en el lector. A mi modo de ver, Nostalgias
Carcelarias, va más por la línea de una poesía dada, que se despliega
libremente en el papel, que a una poesía construida, que tiene más que ver con
la construcción/corrección de cada frase. Esto no debe ser concebido como un error, sólo
un dato, un código, que ronda toda la obra de Hernán.
Cuando terminé el libro, de
inmediato me pregunté de qué nostalgias
y de qué carcelarias me estaba
hablando el autor. Al parecer, el título evoca una metáfora que puede ser
entendida de diversos puntos de vista. Con el que me quedo yo, tiene que ver
con percibir estos estados como aquellas melancolías que aparecen cuando
estamos entre los barrotes de una sociedad que a punta de cañón, ha diezmado la
libertad del hombre, transformándola en un estado de autonomía que sólo puede
ser concebido dentro de la estructura social en la que vivimos, una cárcel
donde el régimen de encierro se vive en la propia ciudad. Pero si queremos
ejercer esta libertad desde fuera de los barrotes, la libertad pasa a ser sólo
un dispositivo de la clandestinidad, de una contracultura que apela a lo
ilegal, a la resistencia. Entendiendo el libro desde este punto de vista, me
parece que Hernán va conduciendo al lector por un camino que apuesta a la
construcción de un imaginario en donde los miedos, los recuerdos, el amor y
cierta lucha por la reivindicación de un hombre más apegado a la naturaleza,
van construyendo un texto emotivo, lleno de señales, espacios y paisajes idílicos
que contrastan con el tono melancólico del hablante. Es un buen recorrido,
pensando que Nostalgias Carcelarias es un texto recopilatorio de poemas que el
autor escribió entre los 15 y 24 años. Es un riesgo, como ya he dicho, pero que
leyendo entre líneas, nos permite navegar libremente por el universo que nos
presenta el poeta.
Respecto a la idea de
libertad, Hernán es preclaro al contraponer la libertad de algunos pueblos
originarios (cuestión que evidencia en su exaltación de la naturaleza) y
anteponerla a la actual construcción de las ciudades y su vida caótica y
mercantil. Al parecer, la vida apegada a lo natural, a la exuberancia del
paisaje a la intemperie, se constituye como un lugar más propicio para el
ejercicio de la libertad, en donde el hombre, lejos de las redes de la
civilización (siempre dispuestas al control y la vigilancia) se conforma como
un ser más íntegro, con mayor autonomía para la toma de decisiones a favor de
la contemplación y la paz interior. En este sentido, estos espacios salvajes,
vienen a constituirse como el paraíso terrenal por el cual el hombre, al menos,
debiera sentir nostalgia. Sin creer que esta lógica dual que nos presenta
Hernán (una lógica más relacionada con el pensamiento cristiano-filosófico
donde hay un lugar ideal a donde aspiramos llegar y otro material, que nos
corroe y corrompe)es el único camino posible para la añoranza, y atendiendo a
las contradicciones que esta idea supone, creo que es (pensando en las personas
que optan por una vida autosustentable en los bordes de las ciudades)un buen
inicio para ejercer la resistencia, esa actitud que el libre-mercado nos tiene
acostumbrados a rechazar o a desconocer.
Por otra parte, este continuo
clamor del hablante por la naturaleza, por los rincones inhóspitos del desierto
o la selva, es un pulso, recurriendo a lo musical, que se presenta en gran parte
de la obra. Este pulso a veces es regular, otras intenso o disperso, otras
apenas perceptible, pero que se articula como una arteria, que, debajo de toda
la obra, de todas las palabras, inhala y exhala una constante, una velocidad.
En este sentido, me gusta entender el ritmo, tanto en lo musical como lo literario,
como una constante, con un elemento siempre en movimiento, siempre vivo, que
sin embargo, en la sucesión y alternancia de los diferentes elementos en juego,
invoca una irregularidad. Y aquí pienso en el serialismo libre que llevó el
ritmo a los límites de la improvisación, cuestión bien explorada por los
maestros de free jazz de los años 60 en Estados Unidos. Por de pronto, creo que
estos poemas evocan una constante, un tema general donde se enmarca cada uno de
los poemas, pero que en el interior mismo de éstos, aparece una irregularidad
rítmica y estructural en tanto que diferentes frases se van alternando y
construyendo sincopadamente, donde la obviedad de lo que se repite desaparece
en la medida que se suceden y alteran las intensidades, los tonos, y por qué
no, las voluntades.
Insistiendo en lo musical, pienso
en la música de fondo que podría acompañar a estos poemas. No en sonidos que
refuercen el tono reflexivo de la poesía de Hernán, más bien, algo que haga el
contraste, la yuxtaposición. No sé si pensar en grupos como Death (la banda de
proto-punk de Detroit) o los Jorobados, sea descontextualizar los propósitos
del autor, pero me gusta la idea de tensar una estética hasta generar el
quiebre y ver aparecer otra energía. Imágenes tan cinematográficas como: “He
visto a mi lado un salar contándome del pasado y del cansancio de los que por
su sangre sufrieron”, resisten unas guitarras estridentes, una voz chillando y
una batería acelerada que suenen mientras un salar al atardecer se muestra mediante
un paneo en la pantalla. La melancolía y la estridencia pueden aparecer en un
contrapunto que apueste por resistir el eslogan, el panfleto. Y esto no en un
mero sentido de resistencia política y contracultural, sino que una resistencia
a las ideas, las cosmovisiones, las ideologías, a las diversas tonalidades de
la tristeza y la melancolía. En este sentido, creo que leer entre líneas un libro
como Nostalgias Carcelarias puede ayudarnos a evocar estéticas que apuesten a
los quiebres, a los derrumbes y a los embates de lo obvio contra el desenfreno
de lo desconocido. Más allá de quedarme en la lectura más superficial del
libro, que dice relación con reconocer la memoria, el amor y la reivindicación
como elementos constitutivos del texto, me gusta la idea que libros como este
sean la excusa para hablar y pensar sobre situaciones que aparentemente no
tienen nada en común: la naturaleza y el serialismo libre, el punk y la melancolía,
la nostalgia y la cárcel.
Por último, sólo felicitar a
Hernán por un libro sencillo, que se destaca por su tono reflexivo y la mirada
atenta del poeta a su entorno, la vida, el mundo. Quizá de eso se trate la
poesía, de saber mirar, distinguir los claros oscuros, los destellos de luz de
los reflejos, el cromatismo de las sombras, en definitiva, de contemplar el
mundo desde un prisma que nos permita, a través de nuestros limitados sentidos,
aprehender la vida que avanza siempre hacia adelante, como un río, como un
flujo.
Por Rigor Mortis